Sobresaliente por defecto: Motivación en el aula y la aversión a la pérdida

El Mecanismo Neuronal que Nos Impulsa a Evitar la Pérdida

Hoy me han dado una noticia que me ha dejado un poco triste: le han diagnosticado una metástasis a un familiar.

Esta situación me ha hecho reflexionar sobre el mecanismo neurológico que nos lleva a movilizar mayores recursos para no perder algo que para ganarlo. Es decir, nos duele más perder lo que ya tenemos que la satisfacción de obtener algo nuevo.

El Efecto Dotacional

Este fenómeno se conoce como «aversión a la pérdida» y está relacionado con el «efecto dotacional», que nos hace valorar más aquello que ya poseemos simplemente porque es nuestro.

Un ejemplo claro de cómo las empresas utilizan este mecanismo para manipularnos es la estrategia de Spotify. ¿Quién no ha caído en la tentación de los tres meses de premium gratis? Saben que, una vez que hayamos disfrutado de las ventajas del servicio, nos costará mucho perderlas y, de esta manera, nos convertimos en clientes.

En el caso de mi familiar, perder la salud después de haberla recuperado es psicológicamente mucho más duro que la primera noticia del diagnóstico.

Aplicaciones en el Aula

Este mecanismo también se puede utilizar en el aula. Hay docentes que motivan a sus alumnos diciéndoles: «Tenéis todos sobresaliente y depende de vosotros no perderlo.» De esta forma, se les da algo de alto valor y, probablemente movilizarán más recursos para mantenerlo, ya que el miedo a perderlo resulta más motivante que la posibilidad de ganarlo.

Llevo usando años este mecanismo en el aula, y he de decir, que da muy buen resultado, ya que combina muy bien con el efecto pigmalión o la profecía autocumplida (esto da para otro post). Como profesor de FP, suelo conceder inicialmente un estatus de confianza y autonomía a mis estudiantes, con privilegios como un porcentaje de coevaluación en su calificación o la capacidad de elegir entre determinados métodos de evaluación.

En otras etapas educativas puede funcionar bien el uso reservado de un tiempo en la clase para hacer actividades más lúdicas. Con un ejemplo se entiende mejor: al final de la clase de mates reservamos un tiempo para hacer juegos de lógica, siempre y cuando el comportamiento durante la sesión haya sido adecuado. Otros posibles privilegios pueden ser el uso de diferentes espacios (patio, sala de informática), diferentes materiales o actividades.

Es importante remarcar que para hacer un buen uso de este mecanismo, se da primero el privilegio, y es después cuando los alumnos pueden correr el riesgo de perderlo. No es un premio.

¿Conocéis algún otro ejemplo de cómo se utiliza este mecanismo psicológico en la vida cotidiana? ¿Os habéis sentido alguna vez manipulados por este sesgo?

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